lunes, 31 de enero de 2011

Papá Espía Jimmy Burns Marañón, Debate , 2010, pp. 479

Puede parecer un poco extraño donar a la biblioteca de CEFB, un libro cuyo tema principal son las actividades de espionaje practicadas desde la embajada británica en los años ´40. España estaba sumida en la noche oscura de su propia pos-guerra mientras los poderes aliados luchaban con cada ardid conocida por la diplomacia y el espionaje, con los poderes del “Eje” alemán-italiano-japonés, para evitar que España se implicara en la contienda mundial. Esta lucha a ciegas que se desarrolló en España tiene relevancia para la historia de las iglesias evangélicas en cuanto a las esperanzas abrigadas por muchos, en aquel entonces, de una derrota de los poderes del “Eje”, lo cual acarrearía la derrota también del régimen franquista y la subsiguiente libertad religiosa tan anhelada.
El protagonista de la historia, Tom Burns, que acaba casándose con la hija de D. Gregorio Marañón, trabajó como responsable de prensa dentro de la embajada británica, pero estuvo implicado en la guerra de propaganda contra la fuerte presencia alemana en Madrid. El grado de simpatía que los británicos consiguieron mantener con ciertos contactos en el régimen de Franco se debía, en parte, a las simpatías políticas y religiosas de Burns, un católico-romano ferviente y que había servido como conductor de ambulancia con el lado nacionalista en la Guerra Civil. Incluso, después de la II Guerra Mundial, Burns llegó a ser el redactor jefe del periódico The Tablet, principal órgano de prensa de la Iglesia Católica en el Reino Unido. En contra de estas simpatías en el lado británico, hubo personas dentro de la estructura de inteligencia de simpatías comunistas (como los agentes dobles Philby y Blunt), que vieron con desagrado los esfuerzos de Burns, interpretaron su manejo de las situaciones de una forma negativa, y pasaron la inteligencia a los comunistas soviéticos.Como sabe todo el mundo, los poderes aliados, al ganar la Guerra Mundial, sólo prosiguieron a aislar España y desentenderse de su política interna. La historia de Burns resalta su conflicto con los “protestantes” implicados en la política británica hacia España: Sir Samuel Hoare, el embajador en Madrid durante la Guerra, y Sir Kenneth Grubb en el Ministerio de Información (quien mantuvo un interés en la situación evangélica a lo largo de los años del franquismo). El autor les reprende por no promover los intereses de su padre y quitarle de ser nombrado para una condecoración. Pero, sin duda, esta historia de lo que pasó “entre bastidores” está contada sólo parcialmente. Se veía que, políticamente, Gran Bretaña en la posguerra tuvo demasiadas demandas sobre una economía quebrantada por el enorme coste de la victoria contra el “Eje”. De nuevo la moraleja sobre la especulación evangélica del “¿Por qué no vinieron para ayudarnos…?” se oye más claramente en Salmo 146. 3 “No confiéis en los príncipes, Ni en el hijo de hombre, porque no hay en él salvación…y v. 5 “Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, Cuya esperanza está en Jehová su Dios…”. Como “periodismo”, más que historia objetiva, el libro provee el trasfondo de las conexiones internacionales en la época cuando se silenciaba la voz pública de la proclamación del evangelio en España.

Redacción: Ken Barrett

lunes, 24 de enero de 2011

Autobiografía de George Muller

Autobiography of George Muller, Westminster Literature Resources, Denton, Texas, 2003.
Este grueso tomo, de más de 700 páginas, es una reedición de la autobiografía que se publicó inmediatamente después del fallecimiento de Muller en 1898, por su mismo yerno y sucesor como director del SKI[1], James Wright. Aunque la edición en nuestro poder está en inglés, es de obligación incluir un ejemplar en la biblioteca del CEFB, primero porque Muller era un referente en cuanto al movimiento de las AA.HH. en Gran Bretaña y muchos otros países, y, también, por la reiterada exposición de la determinación de Muller, y del SKI, de recibir su sustento por medio de la oración de fe solo.
La autobiografía da el testimonio de salvación de Muller y luego una colación de los informes anuales que, desde los orfanatos y el Instituto, se enviaron para contar cómo el Señor les había ayudado y guiado durante el año. Tal vez, en parte, influenciado por su cultura teutónica, Muller cuenta los detalles de las historias con gran exactitud. Es más probable que él veía la providencia del Señor en su oportunidad y en las circunstancias, y no sólo en las cantidades que él y sus ayudantes recibían para la obra. El efecto cumulativo de la provisión y guía diaria del Señor en cada aspecto de la obra del evangelio en la cual estuvo involucrado, puede dejar al lector insensible a la magnitud del impacto que tuvo el ministerio de este hombre.
Esta biografía no debería confundirse con otros tomos de los escritos de Muller, también editados para beneficiar a un público evangélico ávido de las “aventuras de fe” y del ministerio itinerante que Muller ejerció en su ancianidad. Hay “Narratives & Addresses” publicado en dos tomos por Dust and Ashes Publications, aparte de la obra en cuestión. Merece notar que cuando el predicador norteamericano A. T. Pierson propuso a Muller escribir una biografía más breve que sus cuatro volúmenes de informes anuales, Muller no veía la necesidad, aunque accedió a la sugerencia finalmente. El tomo de Pierson es en sí monumental pero más conocido. De eso tenemos constancia en los mismos estantes de CEFB, porque la edición original, de 1899, fue distribuido gratuitamente a cada misionero en el extranjero, incluyendo, seguramente, a varios de los hermanos de Gran Bretaña que servían en España en aquella época.
Puede ser que su longeva energía y las exigencias del ministerio superaran las fuerzas de las dos mujeres que el Señor le dio (la segunda falleció unos años antes de su propia partida para estar con el Señor). Lo que sí es seguro, es que las reflexiones de Muller sobre su vida de dependencia del Señor en el día a día, es “una huerta de verdad de frutos que edifican la fe”, en las palabras de John Piper. Entonces para los que tienen conocimientos suficientes del inglés, hay en este solo volumen, fuentes de historia directamente de Muller que cumplen su declarado propósito de testificar del Dios vivo que aun hoy oye y responde a la oración de Sus Hijos.
Ken Barrett
[1] Instituto para el Conocimiento de las Escrituras.

lunes, 17 de enero de 2011

“Cristianismo Real”, William Wilberforce, Casa Creación, Florida, 2007

Asociamos el nombre de William Wilberforce con su lucha, en una primera etapa contra el comercio de esclavos, y luego contra el derecho de tener en propiedad a las personas como esclavos, entre los años 1790 y su muerte en 1833. Esta lucha está aclamada por una amplia variedad de cristianos que se llaman “evangélicos”, sin darse cuenta de la amplitud del apoyo que Wilberforce tuvo que buscar entre las fuerzas políticas de su época. La campaña finalmente fue una reacción de repulsa y de indignación de muchos que no hubieran compartido todas las convicciones evangélicas de Wilberforce.
Por tanto, este libro tiene importancia por rescatar el mensaje de Wilberforce del estereotipado en el cual corre el riesgo de caerse por la ignorancia partidaria de ciertos evangélicos. El título original del libro, al estilo tan extendido de 1797 cuando primero fue publicado, es “Una visión práctica del sistema religioso prevaleciente entre cristianos profesos de las clases medias y altas de este país, en contraste con el cristianismo real”. El Dr. Bob Beltz nos rinde un servicio valioso al parafrasear en un inglés moderno los periodos agustinos del original, que otros han traducido al castellano.
El resultado es una obra refrescante, porque Wilberforce revela su faceta evangelística, rescatando la justicia de Dios de la respetabilidad mundanal, y separando los valores culturales de la llamada del evangelio. Se ve que aquí hay un siervo de Dios, utilizado en la actualidad política y social de su país, pero nunca decepcionado por aquel orgullo de raza, cultura o imagen que tantas veces ha causado el rechazo del evangelio por confundirlo con lo que hoy en día se llama “los valores occidentales”. Presenta un modelo de actualización en explicar el evangelio que marca muchas pautas aun para nosotros hoy.
La relevancia de Wilberforce al movimiento misionero que se manifestó desde Gran Bretaña a partir del tiempo de su fallecimiento, es que la proclamación, y la libertad de proclamación, del evangelio fueron consideradas esenciales para el bienestar de la sociedad. El libro nos hace recordar que fue más esencial, incluso, que los frutos de reforma social que brotaron de la convicción que el hombre vale porque es criatura de Dios y tiene un alma dentro de un cuerpo que necesita ser salvada.

Ken Barrett

sábado, 8 de enero de 2011

Reseña en castellano del libro "The Treasure Hunter of Santiago"

Título: “The Treasure Hunter of Santiago”, Peter Missler, (Norfolk: Durrant Publishing, 2010), pp. 210.

¿Cuántos lectores no se han sentido fascinados por la historia tan novelesca que nos cuenta George Borrow en La Biblia en España sobre aquel suizo buscador de tesoros en la Galicia de la primera mitad del siglo XIX? Y, ¿cuántos estudiosos de la obra de este autor no se han sentido intrigados sobre la veracidad de esta historia y han intentado siquiera tímidamente desentrañar la verdad de la ficción? Muchos lo han intentado sin éxito, pero ha hecho falta que, por fin, un investigador decidido hiciera un esfuerzo proporcionado, que tuviera la paciencia y perseverancia necesarias y que aplicara la sensatez y sagacidad de un buen detective para que este enigma pudiera llevarse a buen puerto.

Recordemos brevemente los datos tal como nos los cuenta Borrow en el primer encuentro que tiene en Madrid en el año 1836 con Benedicto Mol, que así decía llamarse (Capitulo XIII, La Biblia). Era suizo de Lucerna, había pertenecido a la guardia valona al servicio del rey de España y había vivido en España desde hacía 45 años. Había participado en la Guerra de la Independencia treinta años antes, y cuenta que, un compañero de armas, también de la guardia valona, en su lecho de muerte, le había confesado que él, junto con otros dos soldados ya muertos, “había enterrado en cierta iglesia de Compostela un gran botín traído de Portugal. Consistía en moidores de oro y en un paquete de diamantes de Brasil, muy gruesos, encerrado todo ello en una olla de cobre”. Como le dice a Borrow, encontrar este tesoro era su meta en la vida, ésta era la razón por la que había permanecido en España. Este capítulo, termina con un largo párrafo que, a nuestro entender, merece reseñarse: “He referido con todo cuidado la anterior conversación, porque en el curso de este relato haré frecuente mención del suizo; sus aventuras subsiguientes fueron de lo más extraordinario y la última de todas causó gran sensación en España”. Borrow nos hablará de este singular personaje hasta cinco veces más a lo largo de su obra.

En este ensayo que tenemos entre manos, existe un primer plano que podríamos definir como el sueño de Benedicto Mol; en segundo lugar, Borrow nos aporta su propia versión, su relato sobre los mismos hechos, y, finalmente, el Sr. Missler, con su capacidad analítica como investigador, pone ante el lector una serie de documentos de la época extraídos de los diferentes archivos a su alcance, reproduce noticias de periódicos, nos da opiniones de los actores e interpreta sus comportamientos y, en suma, acumula toda una serie de datos de carácter objetivo, logrando que el resultado final adquiera visos de verosimilitud, y pone, diríamos, las cosas en su sitio. Muy bien puede decirse que este último ángulo es un tirón de pies a las versiones de Mol y Borrow, un poner a ras del suelo las dos versiones primeras. Estos tres planos del ensayo del Sr. Missler se entrelazan, se imbrican, se mezclan y se contrastan entre sí constantemente, pero, al mismo tiempo, se hallan también engarzados con firmeza y exactitud en un marco superior que es el de la Historia con mayúscula. Porque este ensayo tiene ingredientes de la novela de aventuras, de la novela de misterio, y de la ficción detectivesca entre otros, pero sobre todo, es una soberbia lección sobre los acontecimientos históricos de la época.

En el capítulo 4, “Of Truth, Mistrust and Treasure Hunts” (De verdades, desconfianza y buscadores de tesoros), sin entrar todavía en los detalles, el autor nos da a grandes trazos su opinión sobre Benedicto Mol, juzgando su actuación y su credibilidad como persona. Del mismo modo, ahonda en la elaboración del relato de Borrow, centrándose finalmente en la valoración de sus fuentes. No faltan tampoco ideas muy sensatas sobre las creencias populares sobre la existencia o no de tesoros escondidos. En sus propias palabras, “Mol has all the looks of a small-time swindler” (Mol tiene toda la apariencia del timador de poca monta), y su historia “it was a small masterpiece of deceit” (era una obra maestra del engaño). En cuanto al modus operandi de Borrow, el autor coincide con Richard Ford, Manuel Azaña, y no hace tanto, Angus Fraser entre otros, quienes están de acuerdo en poner en duda su fiabilidad. Así, el Sr. Missler nos dice, “Borrow is a tricky author for philology to tackle. At heart, his works belong to non-fiction and even to autobiography, yet the stories he tells are often too good to be true too weird to be real” (Para los filólogos, Borrow es un autor difícil de catalogar: En el fondo, sus obras pertenecen a la literatura no novelesca o incluso a la autobiografía y, sin embargo, sus relatos son a menudo demasiado verídicos como para ser creíbles o demasiado extraños como para haber ocurrido). No pretende ser totalmente ser fiel a la realidad, a emular el retrato fotográfico, lo que Borrow hace es componer, crear, pero sin perder nunca de vista ni desviarse en exceso del personaje, asunto o tema que le ocupa en ese momento. Parece que Borrow se afirma en esta idea en el párrafo citado más arriba posterior al primer encuentro que tuvo con Mol. Allí decía: “…porque en le curso de este relato haré frecuente mención del suizo…” Estas palabras auguran el papel puramente literario que este episodio iba a tener en su obra.

A partir de este momento, el Sr. Missler hunde su escalpelo en los elementos centrales de este episodio para desmontarlos con meticulosidad y precisión. Comienza con los encuentros de Borrow con el suizo de Lucerna, demostrando en el proceso que dos de ellos difícilmente pudieron ocurrir, porque ambos son elementos meramente pertenecientes a las construcción novelesca de Borrow: el de Santiago, cuando Mol, Borrow y Rey Romero (librero de la ciudad) conversan juntos, es evidente que no tuvo lugar porque si no éste último no hablaría de “el suizo” en los términos que lo hace en una carta enviada a Borrow cuando más tarde le relataba el encarcelamiento de Mol (para ser más exactos, Rey Romero habla del “alemán” y no del “suizo”). En cuanto al segundo encuentro en Oviedo, tampoco es muy plausible porque las peripecias que Mol vive hasta llegar a esta ciudad, parecen “a carbon copy” (un relato calcado) de las que le ocurrieron a Borrow cuando hizo el mismo recorrido, y que el encuentro añade poco o nada a lo ya conocido. Puede decirse que si esta carta que acabamos de mencionar de Rey Romero no hubiera existido, se podría sostener que Borrow ni siquiera conoció a Mol. No fue así desde luego, pero Borrow obtuvo gran parte de la información que tiene sobre los diferentes aspectos del catastrófico final de este episodio de una fuente felizmente descubierta por el autor de este libro que comentamos. Hablamos de los artículos que el Eco de Comercio de Madrid publicó a raíz del sonado fracaso cuando el tesoro de Santiago demostró ser una falacia. En su correspondencia desde España a la Sociedad Bíblica de Londres no hay ninguna mención sobre Mol. Es evidente que, desde su retiro en Oulton, cuando confeccionaba su obra maestra, tenía ante sí estos artículos del Eco. Tampoco el nombre de Benedicto Mol aparece en ninguna de las fuentes utilizadas, salvo en el relato de Borrow. En ellas se habla siempre de “el suizo”, pero sin nombre alguno. El Sr. Missler hace una conjetura muy válida y muy curiosa de cómo pudo concebir Borrow tal nombre.

En cuanto al “sueño” de Mol hay en él tantas inconsistencias que sería harto prolijo enumerarlas todas en este breve ensayo. ¿Era su padre el verdugo de Lucerna?¿Había pertenecido a la guardia valona o era un soldado de las tropas napoleónicas? ¿De dónde provenía el tesoro, de Portugal o era parte de la rapiña obtenida por el ejercito de Ney durante su estancia en Santiago? ¿Estaba enterrado en la iglesia de San Roque o en el hospital adyacente? El autor se adentra con maestría en la Historia de la época, en los movimientos de tropas de los españoles, ingleses y franceses, en todos los avatares y detalles que van demostrando paso a paso que el sueño de Mol fue lo que fue: una invención suya, que con el paso del tiempo, acabó creyéndosela él mismo. Porque si no, ¿cómo podría haber convencido al mismísimo Ministro de Hacienda en Madrid, Alejandro Mon, de que esta aventurada empresa tenía alguna probabilidad de ser real?

En aquel agosto de 1838 se llevan a cabo las obras de excavación en el hospital de San Roque con el resultado conocido: en lugar de un tesoro se encuentra una letrina maloliente. El autor hace una reconstrucción detallada de la excavación; La escena tiene aires de tragedia y el protagonista y las autoridades se enfrentan al fracaso y a la ira de la muchedumbre concentrada alrededor. Ahora se hace patente que la credulidad de las autoridades había sobrepasado los límites de lo razonable. El suizo acaba con sus huesos en la cárcel y este episodio precipita la caída del gobierno, de por sí ya entonces bastante desacreditado. Este episodio es un buen recordatorio de la locura de unos y otros, en particular de aquellos en las altas esferas que, por su posición y responsabilidad deberían ser más juiciosos. Así las cosas, no obstante lo sucedido, lo que sorprende realmente es que la historia se repita unos años más tarde con prácticamente los mismos actores. Es como si para demostrar que los seres humanos somos los únicos animales que tropezamos una y otra vez en la misma piedra, había que cometer una vez más el mismo error. Pero mantengamos el suspense hasta el final: el lector deberá concluir la lectura de este interesantísimo libro para ver por sí mismo el desenlace de otra no menos alocada historia.


Antonio Giménez Cruz

Antonio Giménez Cruz fue profesor por muchos años en los EE.UU. y es un conocido escritor en temas de George Borrow y Richard Ford y la historia de España entre 1800 - 1850.

martes, 4 de enero de 2011

Propuesta de pasar la Trilogía "Evangélica Memoria" al cine.

Ya hemos hablado en este blog de la Trilogía "Evangélica memoria" y por eso recibimos esta noticia de Manuel Molares con gran interés:

“UNA SORPRESA: La visita de un Pastor de Galicia que acompañaba a un Ingeniero de una Entidad de Hermanos Empresarios, dedicada a la labor producir películas netamente Evangélicas en América, los que conocieron la Trilogía “Evangélica Memoria” y quieren reproducirla en CINE como el “Testimonio de un joven Evangélico gallego”, escrito por el autor y gran novelista Xavier Alcalá Navarro, un hombre que vivió años con sus padres en esta Comarca del Río Eume, muy unido a mis hijos, y durante mas de once años, acompañado por mí, escuchando a muchos creyentes de las perseguidas Iglesias de Galicia, que le relataron minuciosamente, muchos hechos sufridos desde la Guerra Civil, hermanas y hermanos de los que cuales casi todos ya están gozando en la presencia de Nuestro Salvador.
Este Ingeniero americano cruzó el Océano Atlántico en avión hasta Santiago de Compostela, ilusionado en pedir autorización para trasladarla a la gran pantalla. Lo recogió el Pastor gallego y ambos vinieron a Pontedeume y me recogieron a mí... Me cosieron a preguntas sobre lo relatado, en amena conversación hasta La Coruña, y en espera de la llegada de Xavier Alcalá, ... Xavier procedía de Bruselas donde tiene una de sus tres oficinas oficiales. Estuvimos juntos algo mas de dos horas, en las que aceptamos tanto Xavier como yo, muy contentos al utilizarla para la Obra del Evangelio nuestra Trilogía: “Evangélica Memoria”. Fue una entrevista y acuerdo rápido con Don Xavier Alcalá y este Decano o Viejo creyente, muy a prisa todo, dado que Xavier saldría para México en misión de trabajo dos horas después...”