lunes, 10 de octubre de 2011

Apuntes autobiográficos del misionero Federico H. Gray (I parte)

En la revista “Edificación cristiana” de Septiembre-Octubre de 1.964 encontramos la siguiente información del misionero Federico H. Gray sobre su ministerio en España:

“...En el mes de marzo de 1.930 se solemnizó el casamiento de don Mariano San León con doña Encarnación Gil; ante numerosa concurrencia, el acto religioso se celebró en la Capilla Evangélica de Valladolid, y don Tomás Rhodes dio a la feliz pareja un mensaje de sabios consejos y palabras.
El 21 de abril fui a Madrid para una serie de reuniones y pasé una semana muy grata con el querido don Tomás. De allí salí con don Percy Buffard para Valdepeñas y continuamos a Despeñaperros, en donde me encontré con don Miguel Aguilera. Con este bien conocido evangelista visitamos Las Navas, Sta. Elena, Linares y La Carolina, dando a todos exhortaciones y mensajes de la Palabra; luego volvimos a Valdepeñas, en donde di una serie de estudios sobre la segunda venida del Señor. Antes de volver a Madrid fuimos a Almodóvar y Puertollano, regresé a casa el 9 de mayo, deteniéndome un día en Ávila.
Al fin del mes tuvimos el bautismo de cuatro creyentes, quienes ya habían manifestado su fe en el Salvador, muy gozosos y agradecidos al Señor por su ingreso en la iglesia.
Invitados por unos muy amados amigos, pudimos en el otoño pasar unas semanas de descanso en Inglaterra, y volver dando alabanzas a Dios por el beneficio de esta vacación de grato reposo.
En la primera parte de 1.931 fuimos a Castro-Gonzalo y León, para consolar y animar a las congregaciones, especialmente en la última asamblea, donde había fallecido un amado hermano. Más adelante pasamos una corta temporada en Santander y fuimos con el colportor a Medina del Campo y Salamanca para trabajar en las ferias y circular las Sagradas Escrituras. Como en aquel tiempo teníamos libertad religiosa, mandamos construir una caseta portátil y la colocamos en el Campo Grande durante la Feria Anual; con una hermosa colección de Biblias, Nuevos Testamentos y literatura evangélica exhibida al público. Varios hermanos colaboraron con nosotros en esta campaña y logramos circular gran cantidad de libritos y tratados gratis, además de vender más de mil ejemplares de las Sagradas Escrituras y otras obras de sana y amena literatura.
Nunca descuidamos las visitas personales a los creyentes y amigos, procurando un rato de lectura bíblica y conversación, pero especialmente a los enfermos, moribundos y desconsolados. En octubre tuvimos la satisfacción de bautizar a cinco convertidos que habían expresado el deseo de obedecer al Salvador y confesar su fe en las enseñanzas apostólicas según constan en los Hechos de los Apóstoles.
En el principio del año 1.932 sufrimos una pérdida de un joven muy fiel y celoso en seguir a su Maestro y Salvador, pues durmió en el Señor el querido Juan San León y mucho lo echamos de menos.
El 15 de febrero don Arturo Shallis, quien durante varios años había venido trabajando y sembrando las palabra divina en Benavente, por fin logró organizar la apertura del testimonio evangélico en este pueblo; con la ayuda valiosa de don Miguel Aguilera, célebre evangelista. Este dio en el Cinema Benavente una conferencia pública que impresionó favorablemente a la numerosa asistencia, y el día siguiente se inauguraron los cultos en un local, en donde continuaron bastante tiempo. Invitado por don Arturo, un servidor tuvo el placer de compartir con otros siervos del Señor en esta campaña, de la cual el Salvador se valió para salvar algunas almas que luego formaron una pequeña iglesia de Cristo allí.
En el año anterior don Ernesto Trenchard había empezado un curso de estudio bíblico en Arenas de San Pedro, y para este año había invitado a don Miguel Aguilera y a un servidor para dar las clases a un grupo de jóvenes, uno de los cuales se rindió de todo corazón al Salvador para consagrar su vida a trabajar en extender el Evangelio. Mientras estábamos allí llevábamos una vida sencilla y campesina que mucho nos favoreció en nuestra vida espiritual.
Al llegar el otoño colocamos de nuevo nuestra Caseta Bíblica y con varios ayudadores trabajamos dando testimonio de nuestra plena confianza en Cristo y expendiendo las Sagradas Escrituras, repartimos a numerosas almas interesadas una buena cantidad de literatura evangélica.
Al principio de octubre emprendí otro viaje a Valdepeñas para tomar parte en una Conferencia, pero una tarde recibí un telegrama inesperadamente anunciándome que mi querida esposa se había puesto gravemente enferma de repente. Después de implorar la ayuda del Señor en cuanto al viaje tan largo a casa, con varios íntimos y cariñosos amigos, decidimos salir inmediatamente en automóvil y de noche para Valladolid, y llegamos allí de madrugada, hallando la paciente en estado muy grave. ¡Cuántas gracias di a Dios al hallarla todavía con vida! Luego mejoró un poquito y pudo asistir una vez a la Cena del Señor, pero vino una recaída y fue lentamente empeorando hasta el 21 de febrero de 1.933, cuando sufrió un colapso y pasó tranquilamente a la presencia del Señor, a quien había servido con tanto amor y con toda su alma. Según el mismo médico había trabajado tan enérgicamente, agotando todas sus fuerzas con exceso de beneficiar a otros. Dos días más tarde llevamos sus restos mortales a descansar hasta la venida del Señor, en el Cementerio civil, viniendo don Arturo Shallis y don Arturo Chappell para celebrar los cultos funerales en la casa, en la capilla y, finalmente, en el Cementerio, a las once.
Después de 33 años de vida y servicio unido y consagrado al Señor, qué solitaria parecía mi vida al tratar de continuar mis trabajos sin su ayuda, pero nuestro Padre celestial nunca nos falta y Él fue mi consuelo y sostén. Recibí muchísimas visitas y cartas de condolencia y cariñosa simpatía en aquellos días, correspondiendo con mi agradecimiento a los amados hermanos, quienes procuraban consolarme y animarme a seguir adelante, contando con la presencia de mi mejor Amigo y Consejero, Jesucristo.
Al fin de marzo mis buenos amigos, señores Rhodes, me invitaron a pasar una temporada con ellos, ocupando el tiempo principalmente con una serie de reuniones y visitas, y al regresar a Valladolid el colportor, con un servidor, nos dedicamos unas semanas a trabajar en la Caseta en las Moreras, que nos dio oportunidad de despachar buen número de Biblias y prociones de las Escrituras y conversar con las muchas personas que nos visitaban.
El 19 de junio fuimos muy penosamente sorprendidos por un telegrama de Inglaterra anunciándonos que don Arturo Shallis había fallecido inesperadamente después de una operación, y pidiéndonos que comunicáramos esta triste noticia a su esposa, quien se hallaba en Castrogonzalo con su hijo, cuidando de la obra. Doña Josefina Greening se fue tan pronto como pudo a este pueblo para darles este penoso informe, y doña Elena Shallis y su hijo se dispusieron precipitadamente y marcharon a Inglaterra en seguida para estar presentes en el entierro, el segundo de este año.
Un servidor también salió más tarde para Inglaterra para pasar una breve estancia con la familia de mi amada esposa y ver los miembros de mi familia y, al mismo tiempo, ponerme bajo tratamiento médico, porque después de lo que había sucedido en los meses pasados no me encontraba nada bien. Pronto volví a España, desembarcando en La Coruña, pasando unos días muy agradables con los señores Payne, y llegando a Valladolid el 14 de septiembre, hallando todo bien.
Mientras los señores Clarke habían tomado posesión de mi casa, dejándome el despacho y dormitorio y permitiendo que tomara mis comidas con ellos. Este arregló resultó muy satisfactorio y así seguimos tres años, hasta que se vieron obligados a volver a Inglaterra.
Al llegar las Ferias Anuales en septiembre, otra vez establecimos la Caseta Bíblica, y durante esta temporada de tres semanas tuvimos mucha ayuda de nuestros consiervos, con resultados muy favorables, hasta de los mismos feriantes nos fueron favorables y amistosos.
En octubre me fui a Benavente y, encontrándome con tan buenos amigos y colaboradores con don Audelino González y don Ventura Vidal, pudimos dar algunas conferencias con numerosos simpatizantes; más tarde llegó don Gabriel Bermejo, quien ya ocupaba el puesto del inolvidable señor Shallis en esta comarca, y todos pudimos visitar Castrogonzalo y Fuentes, tratando así de fomentar la obra. Después de volver a casa nos hizo una breve y provechosa visita don Percy Buffard, y en diciembre nos prestaron la ayuda de su presencia don Gabriel y don Vicente, predicando el Evangelio en nuestro Aniversario. Luego terminamos el año celebrando el consabido culto de vigilia con acciones de gracias y alabanzas a Dios y mensajes alentadores para el Nuevo Año...”


Continuará

Foto: Federico Gray y su esposa Florencia (Año 1924)

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