martes, 8 de noviembre de 2011

Apuntes autobiográficos del misionero Federico H. Gray. (V parte)

Continuamos con la serie dedicada a los apuntes biográficos que el misionero Federico H. Gray compartió con la revista “Edificación Cristiana”. Para nosotros debería ser de ejemplo e inspiración: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe.” (Hb 13:7)

1.938.- Al principio del nuevo año me trasladé a Santo Tomé, estableciéndome en casa del señor Conde, como punto muy conveniente para conservar mis relaciones con otras asambleas y con don Edmundo, quien se hallaba entonces en Marín. Durante el mes de febrero, teniendo a don Cecilio por colaborador, hicimos dos visitas a Castiñeiras y celebramos dos series de reuniones de evangelización, con numerosa asistencia de mucho elemento joven; el Señor se dignó ayudarnos mucho y concedernos un tiempo en el cual se manifestó el poder del Espíritu Santo llevando a las almas a confiar en nuestro bendito Salvador. Al volver don Edmundo, me llevó a Santiago, en donde nos encontramos con don Arturo, y juntos pasamos unas horas de consultas y suplicaciones al Todopoderoso.
Oyendo que don Tomás se había empeorado, me fui a Vigo y así pude, con otros hermanos, acompañarle hasta Tuy, en donde nos despedimos de él muy afectuosamente, pues iba a embarcarse para Inglaterra lleno de esperanza de mejorarse; pero Dios dispuso otra cosa, pues el 13 de abril pasó a estar con Cristo, a los setenta y tres años de edad. ¡Qué pena causó esta triste noticia, pero especialmente a su amada esposa, en tan delicado estado!
Más adelante fui hasta el Ferrol del Caudillo, donde la congregación me aceptó con amor fraternal, y permanecí entre ellos unos diez días disfrutando de íntima comunión y celebrando cultos muy animados y provechosos; estando todavía allí nos avisó un hermano de la muerte repentina de una hermana anciana, por caer del hórreo; y estando enfermo don Arturo, me trasladé a Ares. El día siguiente, el señor Candales, muy amablemente, me llevó a La Coruña y Puentedeume para arreglar cuestiones del entierro civil. Por la tarde nos fuimos a Soaserra y allí se nos unió un muy numeroso acompañamiento hasta el cementerio más cercano, adonde llegamos rendidos. Bien recompensados fuimos, pues el culto fúnebre fue muy conmovedor y supimos después de la salvación de un alma por la gracia del Señor Jesús. Me quedé otros diez días en Ares y el Ferrol ayudando con los cultos y luego regresé a Santo Tomé.

En caminos muchas veces.- Durante unos dos meses me encontraba muy ocupado con varios viajes a Vigo y Marín, y al Gobierno de Pontevedra, además a Celanova y Calvos para cultos y bautismos con don Edmundo y don Cecilio, y llegamos hasta Bande, uniéndonos con los señores Goddard. Más tarde fuimos con ellos a Porto Quintila, y anduvimos a pie hasta Taboadela, donde con otros colaboradores disfrutamos de un día feliz con varios cultos. Regresé a Celanova, y de allí a Villar, en donde varios de los ya conocidos y experimentados siervos de Dios nos dieron excelentes mensajes de las Sagradas Escrituras.
Durante el otoño, los señores Ginnings estuvieron en Inglaterra para el casamiento de su hijo mayor, e invitado por ellos pasé la temporada en Ares. Los domingos solía subir a Soaserra en el auto con un hermano chófer, pero el día 20 de octubre sufrimos un grave choque con un coche de línea al dar la vuelta en una curva peligrosa. Gracias a Dios, salimos ilesos, pues en mi regazo llevaba un gran ramo de flores para poner en la tumba de una hermana recientemente enterrada en el monte, y con esto me cubrí el rostro y así me salvó de numerosas astillas de cristal y sólo recibimos unas pequeñas heridas en las manos. Los vecinos y las autoridades nos trataron con mucha consideración, y más tarde, con la ayuda de don Jorge, pudimos trasladar el coche destrozado a un garaje, en un pueblo cercano.
En noviembre murió en El Ferrol el muy querido hermano don Alfredo Fernández, pero antes de partir para el cielo cantó con su esposa aquel dulce himno: “Cristo, ven más cerca, dame gozo, paz, perdón; cerca, sí más cerca, de mi corazón”. El entierro fue una imponente manifestación de respeto y condolencia y se dejó sentir la presencia del Señor en el servicio fúnebre.
El resto del año lo pasé en viajes a La Coruña, El Ferrol, Ares y Soaserra, pasando breves temporadas con cultos y visitas, y después volví a Vigo y Marín para la acostumbrada fiesta del fin del año.”


(Continuará)
Publicado en la Revista "Edificación cristiana", (Marzo - Abril de 1.965)

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