lunes, 10 de diciembre de 2012

Perspectivas de la Obra: “Islas Canarias” (I parte)


REMINISCENCIAS DE LA OBRA Y COMIENZOS DEL TESTIMONIO DE LAS ASAMBLEAS EN LA ISLA DE GRAN CANARIA.
El testimonio del Evangelio en esta isla de Gran Canaria se remonta a unos 82 años, siendo los principales pioneros hermanos naturales de Inglaterra y algunas hermanas misioneras procedentes de los Estados Unidos, como fue miss Hiller, que trabajó también en la isla de Tenerife.
La primera fecha que se tiene con exactitud es la de 1.892 a 1.893, en la que llegó don Roberto McGarva procedente de Escocia como colportor de la Sociedad Bíblica Británica y extranjera, fijando su residencia en el Puerto de la Luz por ser lugar de mucho tránsito de marineros debido al gran movimiento de buques y con las consiguientes oportunidades para la extensión del Evangelio. Viajó mucho por el archipiélago sembrando la Palabra y años más tarde se dedicó a los negocios, pero sin dejar nunca de apoyar el testimonio cristiano y la obra misionera durante los largos años de su residencia en Canarias (1.892-1.945).
Años más tarde, el que había sido colportor en la península, don Juan Márquez, y su esposa, Mrs. Márquez (enfermera inglesa), comúnmente llamada por los creyentes doña Alicia, vinieron a esta isla y pastorearon la pequeña congregación que se fue formando en dicho Puerto de la Luz y en el lugar denominado “La Puntilla” (un pequeño promontorio situado al final de la bahía de Las Canteras).
Las asambleas en Inglaterra se interesaron en las islas durante muchos años, y así, en 1.920, llegaron a Las Palmas los señores Cameron, encomendados por una asambleas de hermanos de la ciudad de Derby, los cuales trabajaron mucho, dejando un fragante recuerdo entre los creyentes, pero la salud de “don Juan” (como le llamaban) no era buena.
Alrededor de la fecha reseñada, Mrs. Márquez compró la casa en “La Puntilla”, calle Pajonales, 5, donde se venían reuniendo y en cuya compra colaboraron los señores McGarva y Cameron, local que podría albergar unas setenta personas.
La salud de don Juan Cameron se agravó a tal extremo que en el año 1.925 fue conducido a bordo del buque en que habían de tornar a Inglaterra, portado en los brazos (literalmente hablando) de un creyente y pasando a la presencia del Señor a fines del mismo año.
Meses antes de tornar a Inglaterra, el señor Cameron escribió a través de la revista “Echoes of Service” informando sobre la urgente necesidad de un misionero en las islas Canarias, donde ya habían almas salvadas, pero que necesitaban del cuidado de un pastor.
La joven pareja señores Bartlett respondieron a este llamamiento y, debidamente encomendados por su asamblea en Shankin, Isle of Wight, Inglaterra, llegaron a Las Palmas en diciembre del mismo año 1.925, radicándose asimismo en el Puerto de la Luz y reuniéndose en “La Puntilla” que era en aquel tiempo como el hogar de la iglesia evangélica y donde a la sazón trabajaban asimismo dos señoritas inglesas, miss Chart y miss Rowe.
A fines de 1.933 Mrs. Márquez, viuda y ya anciana, así como dos señoritas misioneras últimamente reseñadas, regresaron a Inglaterra. En ese tiempo los esposos Bartlett iniciaron reuniones en su casa, donde creció la asistencia a tal extremo que se trasladaron a un nuevo local en la calle Luis Morote, 55, del mismo Puerto de la Luz, donde se tenían los cultos, y asimismo se alquiló un local en el barrio de Guanarteme, donde llegaron a reunirse unas cien personas.
En el año 1.934 abrieron un local (por primera vez fuera de los distritos portuarios) en la capital misma de Las Palmas y en un lugar sumamente céntrico, calle Pablo Iglesias, 2 (hoy Calle San Bernardo), con el fin de proclamar el Evangelio allí, y donde en el transcurso de cinco a seis años se tuvieron cultos. En una de las dos puertas que daba a la calle se preparó un escaparate para exposición de Biblias y libros sueltos de la misma, el cual se mantenía bien iluminado hasta media noche, efectuándose cada día la vuelta a la página siguiente de una Biblia de púlpito allí expuesta, con el fin de que pudieran leerla los transeúntes. Era asimismo la primera vez que se inauguraba una Casa de Biblias (o Librería Evangélica, como solemos decir en este tiempo).
Varios habían sido ya los colportores que estuvieron íntimamente ligados con el testimonio evangélico durante todos los años mencionados. Don Ramón Casanovas fue muy tenaz en su labor a pesar de las burlas, apedreamiento y demás de parte de muchos, siendo sustituido en octubre de 1.935 por don Salvador Arias Castro, hombre infatigable en su servicio, destacándose mucho su labor, pues el porcentaje de Biblias que se vendían mensualmente era muy elevado hasta alcanzar casi un récord mundial en la Sociedad Bíblica.
Al comienzo de la guerra civil fueron prohibidas las reuniones en los lugares de culto, pero a fines de 1.936 se obtuvo el permiso para reanudar nuevamente los cultos en la calle de Luis Morote, reuniéndose entonces allí asimismo los creyentes de “La Puntilla” por carecer ellos aún del permiso oficial, pero los ataques no cesaron de un todo, asustando a los interesados que acudían a los cultos y el colportaje tuvo que suspenderse.
1.936-1.940 transcurrió sin mayores incidentes, pero en el año 1.941 un tropel de jóvenes que por varias semanas trataban de impedir la entrada a los interesados que acudían a los cultos en al calle Pablo Iglesias en la capital de Las Palmas y que asimismo obtuvo nuevamente permiso oficial, un domingo por la noche penetraron en el local destruyendo los himnarios. Fue éste el único acto de violencia habido y por lo que se sucedió de desaliento consiguiente para los que asistían que no eran aún creyentes fervientes, se decidió suspender los cultos allí, pero proseguir con la Casa Bíblica, cosa que asimismo tuvo que suspenderse más tarde por la incautación de las ediciones de la Sociedad Bíblica efectuada en la presencia del Cónsul Británico en Las Palmas. Poco después de esto se desalojó este local en Las Palmas.
En 1.943 los esposos Bartlett tuvieron que regresar a Inglaterra después de 18 años de servicio fructífero en los que la Obra creció bastante, prosiguiendo ésta adelante con el empuje en el testimonio de hermanos como el señor McGarva, siendo la “Casa Inglesa, Hogar para Marineros”, donde éste vivía con su familia, un lugar de entrañable comunión para los creyentes en aquellos días.
El testimonio de don Carlos Molloy, contable administrador inglés que residía en esta isla desde 1.931-1.950, se destacó grandemente. Apoyaba siempre todo lo positivo que se hacía, manteniendo una línea recta en medio de bastante confusión a veces.
Es de destacar cuánto colaboró este fiel hermano en los días de la postguerra, en los que se comportó como el valiente defensor del único baluarte que quedaba en el archipiélago, llegando a atender aun a los creyentes de la isla hermana de Tenerife cuando por motivos de su trabajo se trasladaba allí, reuniéndose con ellos en casas particulares.
Como nuestro amado hermano don Ernesto Trenchard escribió en un informe sobre las islas Canarias en septiembre de 1.971 –“dad al César lo que es del César”- dijo refiriéndose al señor Molly que: “Si hay asambleas hoy en las islas Canarias se debe mucho a su perseverante labor”.
Después de la guerra civil, la dueña del local en Luis Morote presionó para que lo desalojasen y el 23 de junio de 1.947, y después de 14 años, los creyentes volvieron a reunirse en “La Puntilla”, aunque con desagrado por la situación que este local tenía: algo arrinconada y aislada de la concurrencia.
En el año 1.948 fue arreglado el permiso para la celebración de los cultos nuevamente en “La Puntilla” –que era local de propiedad- y se anuló el de la calle de Luis Morote y Pablo Iglesias en la capital de Las Palmas.
¡Hoy consideramos con añoranza la pérdida del estratégico lugar de cultos en esta capital que tanto ha crecido, pero… en los planes de Dios, el resurgir de los principios novotestamentarios que en los corazones de algunos creyentes nunca habían sido abandonados, iba a ponerse de manifiesto en un lugar muy distante!
 
ALBORES, COMIENZO Y DESARROLLO DE LA OBRA EN TELDE…

(Manuel González Calvin)

(Continuará)

 

(Artículo publicado en la revista “Edificación Cristiana”, Núm 1, Año 1.976)

 

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