lunes, 11 de marzo de 2013

Comienzo de la obra evangélica (AA. HH.) en la provincia de “La Coruña” (redactado en 1.977)


“Si mirásemos atrás, al año 1.838, veríamos en la colina de El Castro de Vigo a dos extranjeros. Uno de ellos es Roberto Chapman: ambos se han descubierto la cabeza, y en aquella soledad suelen unidos hacer oración a Dios, mucha y ferviente súplica por España: que se abriese la puerta para que en aquel país prohibido de hacerlo, se predicase el Evangelio del amor de Dios.
Pasan cincuenta y cinco años, y en una carta escrita en noviembre de 1.893 el anciano y venerable Roberto Chapman recuerda a don Cecilio Hoyle esas oraciones, pues ya grandes cosas estaba Dios haciendo en Galicia y en otras regiones de España.
En febrero o marzo del año 1.875 dos jóvenes misioneros ingleses, Tomás Blamire y Jaime Wigstone, emprendieron su primer viaje a Asturias y Galicia.
Habían trabajado en Madrid y Barcelona incansablemente y sembrando la Palabra de Dios unos dos años, pero el Señor les puso en el corazón la necesidad de llevar también el Evangelio al noroeste de España. En aquel tiempo hubo libertad religiosa desde 1.868 hasta 1.876.
Sucedió, pues, que salieron de Madrid en tren a Busdongo. Estando un tramo del ferrocarril todavía incompleto, siguieron unas horas en diligencia, y otra vez en tren hasta Oviedo. Allí repartieron muchos Evangelios y tratados, asimismo en Gijón, esperando embarcar para La Coruña. El vapor hizo escala en la hermosa Ría de Ribadeo. Durante dos días trabajaron con gozo en Ribadeo, Castropol y Figueras. Otra noche a bordo les trajo a La Coruña. Allí visitaron los comercios y el puerto, siendo muy bien recibidos, y subieron a los vapores con tratados.
El Comandante les permitió entrar en el gran Cuartel con literatura para los 400 soldados que allí estaban de servicio.
Al ver con gozo cómo el Señor les había abierto una puerta para extender en Galicia el conocimiento de Su amor, en pocos días optaron regresar a Madrid por Oporto y Badajoz, lo que les costó nada menos que 27 horas en la baca de la pesada diligencia sólo para llegar a Oporto.
El 24 de abril vemos que sin tardar se encuentran de nuevo en La Coruña don Jaime y don Tomás, y la esposa de éste. Ella era de padres judíos, convertida a los veinte años, y él había sido oficial en la Armada inglesa, pero había dejado la carrera para servir al Señor enteramente y dedicar todo su tiempo a la obra.
Llegados así de nuevo a La Coruña, visitaron de casa en casa y muchos les escucharon con atención. En los barcos se encontraban a veces con marineros que ya habían recibido Evangelios y tratados en los puertos de mar de Inglaterra. En tres aldeas próximas a La Coruña con gran gozo predicaron al aire libre.
A primeros de julio de 1.875 abrieron un local en Plaza de Pontevedra, 9, tan conocido por muchos años. Cuando se anunció la apertura, centenares de personas quedaron fuera. Se anunció una reunión para las 6 de la tarde del domingo siguiente. A las 4 ya estaban grupos de personas, y a las 5.30 era tan inmensa la multitud, que celebraron dos reuniones seguidas, abarrotadas de gente. Los que no pudieron entrar llamaban: ¡Que salgan y nos hablen desde el balcón!”. Nuestros hermanos decían entre sí: “¡Ojalá deseen escuchar a Dios antes que a nosotros!”
Sobre este suceso memorable consta el relato que sigue, dado unos diez años después por don Tomás Blamire en Londres el mes de octubre de 1.886.
“Hace casi catorce años desde que el Señor nos guió a don Jaime Wigstone y a un servidor para servirle en España, sin conexión con ninguna sociedad o comité misionero, pero confiando con sencillez en el Señor para todo, y mirando a nuestro Padre para que nos supliese toda necesidad. Nuestra obra es en el noroeste de España.
En 1.875 fuimos a La Coruña y alquilamos un local para predicar el Evangelio. Después acudimos al Sr. Gobernador para obtener su permiso para abrir el local. Pero él contestó: “Prohíbo cualquier enseñanza pública, y lo que me pesa es no poder meterles en la cárcel ahora mismo”. Nos fuimos, pues, al Cónsul Británico, y él dijo: “Vuelvan ustedes al señor Gobernador y díganle de mi parte que van a abrir el local en tal y tal día”. Así lo hicimos, yendo de buena gana. El Sr. Gobernador se indignó tremendamente, y telegrafió a Madrid en contra de nosotros. Obtuvo respuesta, pero no era en ninguna manera la que esperaba, pues lo que se le contestó fue: “Guárdese V. E. de molestar a estos señores y además en el caso de cualquier escándalo tendremos a V. E. por responsable”. Por tanto, se vio obligado a ceder, y mandó a siete guardias para protegernos. Así que comenzó la obra, y ha seguido bien. Muchos han sido llamados de las tinieblas a la Luz. ¡Bendito sea su Santo Nombre!
Os cuento este relato de cómo principió, porque es una muestra de nuestras experiencias en muchos sitios. Vez tras vez hemos visto la buena mano de Dios sobre nosotros justamente cuando parecía que el enemigo iba a ahogarnos.
Con el tiempo y extendiéndose el interés, abrimos más obra en aldeas y pueblos del distrito, y ahora hay en Galicia ocho o diez locales abiertos para la predicación de la Palabra y para adorar al Señor.
Nuestras dificultades han sido grandes; hombres se han opuesto terriblemente, nos han llevado presos, nos han amenazado con catorce años de cárcel… Algunos de nuestros convertidos estás presos, y otros sometidos a juicio, todo por amor de Cristo, desde luego por denuncias falsas, siendo que es en contra de la Ley apresar a un hombre por el hecho de hacerse “protestante”.
Los dos últimos lugares que se han abierto se hallan cerca de Portugal: uno en Marín, un pequeño puerto de mar, y el otro en una aldea cercana.”
En octubre del mismo año inaugural escribía doña Rosseta de Blamire: “Hemos tenido el gozo de ver que algunas almas profesan que han hallado en Jesús su propio y todo-suficiente Salvador. Creo que cada uno ha tenido antes una Biblia, comprada desde que hay libertad religiosa”. En noviembre dice: “Nueve personas escuchan el Evangelio constantemente y nos han dicho: Vemos la diferencia, y confiamos solamente en Jesús. Cinco de ellos han sido bautizados. Una mujer, amando a Jesús, quemó las imágenes de santos y los crucifijos ante los cuales había rezado veinticuatro años. Ella y su marido han sido echados de su casa por causa del amor a Jesucristo. Otro ha cambiado su ocupación a causa de la conciencia. Estas cosas demuestran sinceridad. Desde que llegamos hemos vendido 100 Biblias.”
Abrieron obra en Arteijo y Loureda, en donde hubo fruto para el Señor, almas salvas. Algunas de ellas sufrieron duras persecuciones.
Entretanto que desde La Coruña se extendía el Evangelio por las Rías Bajas, en 1.880 vino a La Coruña otro siervo de Dios, don Jorge Chesterman, cuñado de don Enrique Payne (padre), de Barcelona, y con su familia sirvió activísimamente en las cuatro provincias de Galicia. El fue seguido en 1.910 por don Enrique Payne (hijo), quien después de dieciséis años de servicio para el Señor con sus padres en Barcelona, se trasladó con su familia a La Coruña. Don Enrique y mi padre, don Jorge Davis, buscaron un local más céntrico en La Coruña, y alquilaron lo que hoy la Capilla Evangélica en calle Panaderas, 14. Se inauguró en noviembre de 1.915, y a pesar de mucha oposición la asistencia aumentaba. Las autoridades siempre favorecieron, guardando el orden los municipales: “siempre tan buenos”, decía don Enrique.
Iniciando la obra en la Coruña, Marín, Santo Tomé, Vigo y otros sitios, los hermanos Jaime Wigstone y Tomás Blamire prosiguieron incansables; el primero en Andalucía, y el segundo mayormente en Marín, en donde el Señor le llamó a su presencia en 1.894. Al partir de este suelo, don Tomás dictó las palabras siguientes: “¡Tengo paz en mi alma, mi porvenir es brillante, tengo el cielo delante! Mi última palabra a mis hermanos es que se consagren al Señor y vivan para Él más que nunca; y mi palabra a los que no son del Señor es que huyan para refugiarse en Cristo cuanto antes”. Don Tomás había bautizado a centenares de personas en los lugares ya mencionados.
 

EL FERROL … (continuará)

 

(Escrito por Jorge de M. Davis para la revista “Edificación Cristiana”, nº4, 1.977)

 

No hay comentarios: